"PARA EMPEZAR. Desgarros y buenaventuras, una vida". VIDAL SANTIAGO PELAZ

05.06.2019

       Vidal nació un 2 de mayo de 1932 en Villovieco, un pequeño pueblo de la Tierra de Campos en la provincia de Palencia.                                                           Como tantos, hubo de buscar un lugar que le pudiera ofrecer la dignidad económica que no se ofrecía por aquellos lares. "Allí ya no se podía estar. Éramos muchos, en primer lugar, y trabajar de balde o por muy poco, no podía ser. Así que había que ir pensando en algo". Como tantos, con los estudios primarios que su familia pudo ofrecerle bajo el brazo, hubo de aprender sobre la marcha que debían ser sus brazos y la astucia los que le proporcionaran dicha dignidad.                                                                                                 Una noche de septiembre, cogió una pequeña maleta y un tren lo trajo hasta la calle Dato. Y aquí sigue, si bien las circunstancias y su valentía y decisión le hicieron parar en otras estaciones en las que forjó ese carácter desprendido, generoso, dicharachero, renegón, honesto y bonachón del que disfrutamos.

Tiene una pena.                                                         Algunos ya no podrán leerlo.                                         Tiene una alegría .                                                       Deja un trocito de vida para quienes le queremos y para quienes vengan.

      Fue José Alberto, mi hijo, el que me sugirió que escribiera todo aquello que cuento tantas veces. Las anécdotas y pasajes de mi vida. Con respecto al tiempo... parece mentira... pero todo esto que voy a escribir me parece que ha pasado ayer en el sentido de que me acuerdo perfectamente.                                                                                       Parece que ha sido ayer, pero, porque el tiempo se ha pasado muy rápido. Hace muchos años, tantos como 66 o 68. A mí me parece mentira, pero no es mentira, es verdad. Y puedo contarlo porque la cabeza todavía me funciona medianamente bien, que no es poco para los años que tengo. No sé si decirlos. Sí. 83, no tengo que ocultarlo.                                                                                                  Siempre que hablo del pueblo yo lo digo. Lo quiero y lo defiendo. Es el pueblo en que nací, allí me crié y estuve mi niñez y buena parte de mi juventud, hasta la mili. Allí he pasado de todo, malo y, por qué no decirlo, bueno. Como teníamos tanta escasez de todo... el día que había algo: matar el cerdo, o cualquier cosa, una peseta que te daban... te conformabas y tan contentos y lo cuento con alegría. Cuando de momento aparecía algo imprevisto, pues mira qué alegría. Era así. Hoy se puede decir que no es oro todo lo que reluce. Hay cientos y cientos de familias que lo están pasando malísimamente.                                                                                       Algo que tengo más o menos claro, esa es mi opinión, es que no quiero que nadie se moleste con lo que cuento. Como de todos los que me rodean es sabido, este tiempo atrás no ha sido muy favorable, pero bueno, lo pasado... pasado está, y hay que mirar para adelante. En este mismo momento vengo del médico, y pasado mañana tengo que volver. Pero esto es así. Cuando tienes estos años ocurren estas cosas, hay poca gente que de eso se libre.                                                      

     En este punto quería eso, no quejarme sino dar las gracias a todos, y de manera muy especial a mi familia, mi mujer Celia, mi hijo José Alberto, su mujer Ana, mis nietos Amaia y Asier, y por qué no, a mis médicos que han estado ahí poniendo todo de su parte. De momento algo han conseguido, tenerme aquí para seguir dando guerra, que no es poco. Es justo decirlo en el sentido de que a pesar de que tienes muchas citas con ellos y muchas pruebas, análisis, máquinas y todo ese lío, y mucho tiempo de espera (es verdad que llegas a veces a decir, ¡joder, ya les vale!) creo que, como grandes profesionales que son, ponen todo el empeño en atender y curar a todos lo mejor posible. Lo que pasa que no es nada fácil. Todos queremos lo mejor y rápido, y no en todos los casos puede ser. También creo que no es culpa de los médicos, sino de la dirección, porque les dan un tiempo corto para cada paciente, y no pueden atendernos a todos como debieran. Necesitamos más tiempo y algún médico más. A mí, a fin de cuentas, me debía de dar igual porque no tengo nada que hacer. Tengo que decir que yo he tenido bastante suerte y me han atendido muy bien.

      A mis padres, mis hermanos, el resto de la familia... también agradecerles por todas las veces en que me han ayudado.

      Espero que os sirva para recordar también vuestra infancia, juventud y también para aprender con las vivencias de un abuelo del siglo pasado.

        Espero que os guste y que disfrutéis con el relato.

        Vidal Santiago Pelaz

LOS LUGARES DE VIDAL

UN PASEO POR LOS RINCONES DE SU VIDA

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